-El efecto de un posible despido en el horizonte hace que el trabajador y su familia decidan ahorrar, ante el temor a que vengan tiempos peores. Se pospone el gasto, y se frena el consumo, por lo que la gente compra menos productos y servicios a las empresas.
-Por otro lado las empresas hacen lo mismo, ante una futura y temida disminución de ventas (y por tanto de producción), paran en seco la contratación. Se mentalizan de que llegan tiempos de recorte.
Entonces tenemos que cuanto más miedo tienen los trabajadores a ser despedidos, menos consumen. Pero justamente al hacer eso (menor consumo) es cuando más perjudican a sus propias empresas (no les compran sus productos), y las empresas se ven obligadas a despedir a más gente. El paro se incrementa. Y entonces la inseguridad es mayor, y se consume todavía menos. Lo que a su vez lleva de nuevo a las empresas a despedir a más gente: presentar ERES, reducir sueldos, eliminar turnos, bajar la producción…., y la seguridad disminuye. Entonces se genera más miedo para el trabajador que intenta ahorrar todavía más. Y entonces se consume todavía menos. Y las empresas se ven obligadas a lanzar ofertas, bajar los precios (IPC negativos), lo que les obliga a contratar de forma más precaria y temporal, o a abusar de sus trabajadores. Lo que provoca todavía más inseguridad, y entonces se consume menos si cabe. El IPRI se desploma. Las ventas caen…..
Este dilema no es nuevo. Y menos en el sector del automóvil. ¿Hasta que punto la crisis es una “idea” en la mente de cada uno? ¿Como invertir el ciclo? La respuesta no es sencilla.
Sin embargo, hace ya casi 100 años, el constructor de automóviles Henry Ford, se dio cuenta de éste mismo problema: “si sus empleados no tenían sueldos altos, entonces no comprarían sus coches, y por tanto no podría aumentar la producción, ni las ganancias”.
En 1914 Ford asombró al mundo ofreciendo el famoso salario a sus trabajadores de 5 dólares al día, que en esa época era más del doble de lo que cobraban la mayoría de estos empleados en el resto de la industria. Esta táctica le resultó inmensamente provechosa cuando los mejores mecánicos de Detroit comenzaron a cambiarse a la empresa Ford, trayendo con ellos su capital humano y experiencia, incrementando la productividad y reduciendo los costes de formación. Ford lo denominó “motivación salarial”. Con su nuevo e importante salario se aseguró una plantilla satisfecha y nada conflictiva y además los trabajadores de la Ford entraron, gracias a los altos salarios que recibían, en el umbral de las clases medias, convirtiéndose en consumidores potenciales de productos como los automóviles que él vendía; toda una transformación social se iba a operar en EE. UU. con la adopción de estos métodos empresariales.
Henry Ford
En su momento Henry fue criticado por Wall Street por haber comenzado la implantación de la semana de tan solo 40 horas y por establecer un salario mínimo. Sin embargo, demostró que un pago así permitía a sus trabajadores el comprar los mismos coches que producían, y que por lo tanto era bueno para la economía. Ford denominó a este incremento en los salarios como una forma de compartir el beneficio.
“El secreto de mi éxito está en pagar como si fuera pródigo y vender como si estuviera en quiebra” ,Henry Ford.