
Te tengo miedo... aveces...Te tengo miedo... Te recuerdo como el espanto de mi niñez, como la gran perseguidora y destructora de mi inocencia, tú eres la culpable de quebrantar mi recorrido tranquilo por esta vida. Me dijiste que un día yo ya no estaría. Me encaraste y pronunciaste tu nombre: muerte. Si, muerte, la palabrita negada de nuestros padres. De todos aquellos adultos que nos decían que aquellos hombres que los carros atropellaban y las tragedias desaparecían volverían muy pronto.Te conocí hace más de una década. Yo era feliz hasta entonces, no me preocupaba porque como todo niño sabía que la diversión no acabaría. Tu llegada se precipitó por una lectura, una lectura casi santa, católica, apostólica, romana. Una lectura no prohibida, que hizo de mi un niño que lloraba escondido en el baño, en su cuarto y en donde buenamente podía.Leía la Biblia por una cuestión plena de conocimiento, quería saber quien era el patriarca ABRAHAM, de donde provenía mi nombre, empecé con Génesis, seguí con los demás libros del Antiguo Testamento y comprendí que Dios no era misericordioso como me había dicho un cura. Comprendí que los castigos venían cargados de venganza. Entendí que la muerte era el fín de todo, de mi padre, de mi madre, de mis amigos que jugueteaban y destrozaban los jardines, y sobre todo de mi, el fín de mi existir. Por eso te odio, porque llegaste sin avisar, porque nunca te has ido, porque te veo todas las mañanas, tardes, noches, te veo cerca, te veo a lo lejos, te siento, te pienso. Me jode que al iniciar al día estes en las portadas de los diarios, al mediodía durante el almuerzo en las emisoras radiales y en la noche en los noticieros, me jode que el color rojo sea tu favorito y también el mío. Y lo que más me jode es que te siga teniendo miedo... un miedo que me hace tener miedo de mi mismo y mi actuar. Un miedo que me aturde como hoy. Un miedo que me empuja a escribir antes que me encuentres, y en el fondo eso es lo único que te debo y agradezco
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